El secreto para obtener una corteza dorada y crujiente es en gran parte una cuestión de temperatura. Es importante precalentar el horno a la temperatura adecuada. Si lo pones a una temperatura demasiado baja, la corteza no se dorará lo suficiente. Si pones el horno a una temperatura demasiado alta, la corteza se quemará antes de que las coberturas se cocinen por completo. La mayoría de las recetas de pizza sugieren precalentar el horno a 230 grados Celsius.
Una vez que hayas precalentado el horno, es hora de hornear la pizza. Coloca la pizza directamente sobre la rejilla del horno o en una piedra para pizza para obtener una base aún más crujiente. Si usas una bandeja para hornear, la corteza puede volverse más suave. Hornea la pizza durante unos 10 a 12 minutos o hasta que la corteza esté dorada.
El queso contiene grasa que puede hacer que la corteza se ablande y se vuelva menos crujiente. Para evitar que esto suceda, asegúrate de distribuir el queso uniformemente sobre la pizza. Es mejor usar una cantidad moderada de queso y distribuirlo de manera uniforme sobre la pizza, en lugar de usar demasiado y hacer que la pizza se vuelva flácida.
Por ejemplo, si usas verduras con un alto contenido de agua, como los tomates, debes asegurarte de escurrirlos bien antes de ponerlos en la pizza. De lo contrario, pueden soltar agua sobre la corteza, lo que puede hacer que se vuelva blanda y menos crujiente.
Si decides agregar carne a tu pizza, asegúrate de cocinarla antes de ponerla en la pizza. Cocinar la carne en el horno junto con la pizza puede hacer que la corteza se ablande y se vuelva menos crujiente. También es importante cortar la carne en pedazos pequeños para que se cocine completamente durante el tiempo de cocción de la pizza.